Felicitas Guerrero, la mujer más bella de su tiempo
y la Sociedad Argentina de Escritores (SADE)

El 26 de Febrero de 1846, nacía Felicitas en pleno gobierno de Rosas. Era la hija del comerciante Carlos José Guerrero (fue el que introdujo las vacas Aberdeen Angus al país) y de Felicia Antonia Guadalupe Guerrero Cueto y Montes de Oca (mujer de la alta sociedad porteña). Dicen que fue una mujer muy bella, tanto es así que Guido Spano la calificó como la más hermosa de la República.
Felicitas Guerrero comenzaba a ser el centro de atención de las familias aristocráticas de Buenos Aires. A poco de ser presentada en sociedad por sus padres, José Guerrero y Felicitas Cueto, se convirtió en la joven más cortejada de la Reina del Plata.
Joven y bella, Felicitas se casó a los 17 años en 1862 con Martín Gregorio de Álzaga, un hombre mucho mayor que ella, acaudalado, y fue unida a él por un matrimonio por conveniencia. Martín era sobrino nieto de Martín de Álzaga, que fuera fusilado en la actual Plaza de Mayo en 1812 bajo el cargo de conspiración. En ese tiempo era el hombre más rico de la Argentina. Felicitas imploró no ser entregada en matrimonio a un hombre de 60 años al cual ella no amaba, pero su padre quería un brillante futuro para su hija y le aseguró que la felicidad y el amor nacerían con la convivencia.
Unos meses más tarde se celebraban las nupcias en la iglesia de San Ignacio entre Felicitas Guerrero y Martín de Álzaga, y toda la alta sociedad de Buenos Aires se hizo presente. Entre los asistentes a la boda se encontraban familias patricias como Montes de Oca, Senillosa, De María, Sáenz Valiente, etc. También asistió Enrique Ocampo hijo de una familia tradicional de Buenos Aires, quien secretamente amaba a la joven novia. En poco tiempo el matrimonio se muda a Barracas a una magnífica casona.
Martín Gregorio de Álzaga tenía una relación de muchos años con Maria Caminos antes de contraer nupcias con Felicitas. Con esta mujer había tenido 4 hijos, dos varones y dos mujeres y vivían en su principal estancia: LA POSTRERA. Con esta mujer, Martín había convivido casi 20 años, pero él nunca formalizó la relación.
Cabe destacar que esos tiempos era muy normal que los hombres tuvieran relaciones extramatrimoniales e hijos naturales. Cuando Felicitas se entera de esta relación no lo toma muy bien y eso la aleja de su esposo. María Caminos reclamaba constantemente parte de la fortuna que les correspondía a sus hijos. El matrimonio de Felicitas y Martín no fue feliz, pero cuando llegó el primer hijo Felicitas creyó que en él encontraría refugio.
Lamentablemente, cuando sólo contaba con 6 años (1869) el niño Félix de Álzaga falleció víctima de la epidemia de fiebre amarilla que azotaba Buenos Aires durante la presidencia de Sarmiento (1860). Murieron 14 mil personas. Felicitas volvió a quedar embarazada y la pareja creyó encontrar en su segundo hijo la alegría que les había sido negada, pero otra vez el destino se ensañó con el matrimonio y el pequeño Martín murió a los pocos días de nacer.
Esto fue demasiado para el viejo corazón de Martín de Álzaga, que con 70 años se sumió en una profunda depresión y murió 15 días después que el entierro de su hijo.
Felicitas quedó viuda. Tenía apenas 26 años, una de las fortunas más grandes del país y muchos pretendientes. Poseía 71 mil hectáreas. María Caminos también heredó para sus hijos una parte de la fortuna.
Con el tiempo luego de sus seis meses de luto como era costumbre en esa época, Felicitas comenzó a frecuentar algunas reuniones de sociedad, y fue así que conoció dado a un accidente con su carruaje, una noche de tormenta a Samuel Pedro Sáenz Valiente Higuimbothom un hombre educado y refinado que había llegado de Europa hacía poco tiempo. Ella quedó fascinada con el joven hacendado e inmediatamente nació el amor, un amor apasionado, grande e incontrolable que a los pocos meses los llevó a anunciar su casamiento. Samuel Pedro Sáenz Valiente era nieto de Anselmo Sáenz Valiente, casado con Juana Pueyrredón hermana del Brigadier Juan Martín de Pueyrredón.
Cristian De María también estaba enamorado de ella y en esa época los casamientos entre primos de la elite eran frecuentes. De esa forma se evitaba la dispersión patrimonial. Pero Felicitas ya había elegido quién merecía su amor.
Enrique Ocampo el pretendiente que no dejaba de cortejarla a pesar de las continuas negativas de Felicitas supo que el estanciero Samuel Sáenz Valiente, era su rival y el verdadero amor de la dama por lo tanto no pudo contener su furia dado a que su eterno amor se le iba a escapar nuevamente, y él no estaba dispuesto a tolerarlo.
Una mañana Enrique Ocampo se dirigió a la quinta de los Guerrero luego de haber estado en la confitería del Gas y haber ingerido alcohol y después de una agitada discusión y enfermo de celos, le disparó a su amada.
Al tomar conciencia de lo terrible de su acción, apuntó el arma al corazón y se quita la vida. La bala a Felicitas le había perforado el pulmón derecho. Felicitas agonizó durante 3 días y finalmente falleció el 30 de Enero de 1872. La velaron en su casa natal de la calle México 524, que un tiempo después bajo la Presidencia Ezequiel Martinez de Estrada, dicha propiedad fue comprada por la Sociedad Argentina de Escritores (SADE), posteriormente se denominaría: “La Casa del Escritor”.
Pasado los años, la misma, fue sufriendo deterioros importantes, quedando a la intemperie, y sólo resguardada por sus viejos caseros: Leonor Do Brito y su esposo don Luis Do Brito.
En el año 1998, la misma es refaccionada y se la llama: “Casa José Hernández”.
Bajo la Presidencia en la SADE del Lic. Carlos Paz, la “Vieja Casona”, se constituye en un importante lugar en donde nacen diferentes facetas de la cultura, siendo amparo de escritores y artistas.
La vieja casona se llenaba de luz.
En el año 2001 fallece inesperadamente el Pte. de la SADE, Lic. Carlos Paz, iniciándose para la ”Casona” un derrotero, que las autoridades que lo continuaron, no supieron o no quisieron evitar.
Poco a poco, día a día, la vieja casona se iría transformando en un restaurant dirigido al turismo.
Para los que la vivieron, queda como símbolo de un camino que debiéramos reconquistar. Seguro que algún día, la podremos caminar, y tendremos como compañía, a todos los que sueñan con ese horizonte que es el mundo de las letras.
Y porque no, a la singular Felicitas, espíritu rodeado de turbulencias, pero lleno de amor.
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